sábado, 18 de abril de 2009

Humoresque

La salud de Salustiano es fuerte pero tiene un punto débil. Se muere, figurada y literalmente , por los guisos de repollo con cecina, a pesar de que ese plato lo asesina. Los fines de semana tiene un modo raro de sacudirse la modorra: entra a la cocina.

Hoy su mujer no quiso el guiso y, aún temiendo armar un desaguisado, le dijo a guisa de sugerencia: “Tengamos un fin de semana matizado” . El entendió “mate y asado” y dijo “Bueno, voy a comprar las cosas”. Ella contestó “D’acord” y él entendió “De cordero” y se dijo con no mucha cordura “Haré una barbacoa con toda la barba”.

De vuelta del mercadito, Salustiano enfrentó el primer misterio para los no iniciados en el ritual del asado: encender el carbón. Después de media hora no había ruego que le hiciera prender el fuego, al parecer, el Gran Hacedor no era un Gran Asador . El carbón ahumaba y ahogaba ; mientras se mareaba recordó “Verano y Humo”, de Williams y “El humo dormido”, de Gabriel Miró, y en eso vio que toda la vereda era una gran humareda. Tanto humo lo puso de mal humor “¡Basta de asado!” gritó el hombre había colapsado- “¡Hagamos empanadas!”.

Ella estaba empeñada en preparar las empanadas pero estaba empantanada. No sabía qué hacer de relleno y al ver el patio de humo lleno y a oscuras, se iluminó: “¡Ya sé, las haré de humita!” Como el asado había fracasado, Salustiano fue a buscar algo para picar. Las aceitunas que él mismo había preparado, estaban enfermas, no habían sido bien curadas. Ese frasco fue otro fiasco. Y mientras la señora preparaba las empanadas, el cada vez más se mareaba, y ya divagaba sobre la nada. “¿Cómo pueden los filósofos escribir sobre la nada? Entonces quiere decir que la nada ya es algo”. En medio del humo su mente era una nebulosa. Como en los sonetos clásicos repasaba su pasado en ado y en ido: había gozado, sufrido y amado y ahora está asido a lo que ha sido, camino hacia la nada. En su cabeza sonaba el retintín “la nada…” “la nada...” Era su mujer que gritaba “¡Las empanadas!, ¡las empanadas!, se quemaron en el horno ¡” Y así fue como las empanadas entraron en la nada.

La comida casera había fracasado por el humo; entonces recurrieron al consumo y salieron a comer al aire libre, que es una manera de decir, porque estaba prisionero del humo. Los pastos del delta eran del tamaño XX por lo grandes y anónimos y se estaban quemando con una facilidad que él hubiera deseado para su carbón, ése era el origen de tanto humo.

Ardían los pastizales como ardió el avión “Manizales” en Medellín. Fin.

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