miércoles, 1 de agosto de 2007

Este país...



Hay algunos nombres que además de identificar a las personas, influyen en el destino de quienes los llevan. Es como si los padres, al decidir cómo se ha de llamarese tierno recién nacido hubiesen podido entrever su personalidad, o bien, como si el peso del nombre obrara en aquel que lo posee, arrastrándolo con su influencia.

Uno de esos casos era el de Prudencio Perfecto. Nadie había visto nunca una persona tan identificada con su nombre. Prudencio era medido en el hablar, humilde al dirigirse a su jefe, cauto cuando respondíia a sus preguntas. Programaba hasta en los mínimos detalles todo su acconar cotidiano y nunca se apartaba del plan fijado. En síntesis, Prudencio era prudente y, además, metódico al summun. En su vida no ocurrían sucesos imprevistos, no había desbordes y hasta casi podría decirse que tampoco existían para él las emociones. Según algunos compañeros de oficina, em el fondo, era un inhibido, un cobarde, bah. Otros, menos cerebrales, al verlo organizado en exceso, lo hacían objeto de sus bromas.

-¡Dale, Prudencio! ¿Sos un tipo o una computadora?... -decía uno.

-¡Vos te preocupás tanto por cumplir con todas las leyes y ordenanzas cuando nadie les da bola!- exclamaba otro, y un tercero agregaba:

-No podés vivir a contrapelo, viejo... ¿No ves que este pais es una joda?

Los comentarios, en general, no lo molestaban, pero esta última frase le revolvía las entrañas. Lo hería por su cinismo y por la difusión que había alcanzado. Pero más le molestaba que toda la gente se hubiera abandonado a esa filosofía. Según Prudencio, ya nadie respetaba a los demás y -mucho peor- ni siquiera se respetaba a sí mismo. Era la pérdida de la moral, la selva en la ciudad. El caos. Sin embargo, él no abandonaba sus convicciones. Nada alteraría su dogma de buen ciudadano. Prudencio Perfecto jamás arrojaba un papel fuera de lugar, no escupía en el suelo ni cruzaba la calle si el semáforo no se lo indicaba.

Precisamente, esta ahora parado en una esquina esperando la luz que lo autorice a bajar a la calzada. Piensa cómo es posible que los coches no atropellen a los imprudentes que de puros vivos cruzan "de contrabando" mientras los vehículos pasan zumbando como avispones metálicos. La gente suele reunirse en grupos en la esquina a la espera de la luz para cruzar, pero, si el fluir de de los automóviles se hace menos intenso antes del cambio de luz, nuca falta el grupo que se anticipa a llegar a la acera opuesta, con bastante imprudencia.

Justamente, ahora sucede eso, pero él, Prudencio, nunca lo hará, no señor. ¿A qué lleva tanto apuro, sino a una posible desgracia? Así pues, se ha quedado solo en la esquina, aguardando la luz que le permita cruzar. Todos los impacientes ya lo han hecho, aprovechando que no hay automóviles a la vista. Luego de unos segundos la luz cambia y, entonces, Prudencio, ejerciendo el derecho que le avala el hombrecito blanco, cruza con paso firme y lentamente, casi con majestad.

De pronto, un automovilista inconciente avanza ignorando la luz roja. Bocinazo. Chirridos. Vidrios rotos. Golpe sordo y Prudencio está en el suelo sin saber que se muere. Su mente es una nebulosa y, entre las piernas de la gente que alcanza a ver en forma borrosa, oye voces, gritos..

Antes de sumirse en la oscuridad total, una frase de algún curioso le llega nítida:

-Este pais es una joda...

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