miércoles, 3 de octubre de 2007

Una cuestión de tiempo (parte 1)

-Parece que al viejo le llegó la hora...

-No pierda tiempo en frases ingeniosas, Domínguez, y vaya a ver si la mucama ya se ha repuesto.

Mientras el sargento Domínguez va hacia la cocina, el inspector Sábato vuelve a recorrer con la vista la enorme sala de la casona. Se halla en medio de una escena casi onírica, digna de un cuadro de Salvador Dalí: decenas de relojes de todo tipo parecieran estar mirándolo como cíclopes mecánicos.En vitrinas y estantes se agrupan los más distintos tipos de máquinas que los hombres han construido para medir el paso del tiempo. Allí conviven modelos de sobremesa con los de bolsillo; de arena con clepsidras; los barrocos y recargados estilos de los reinados de Luis XIV y Luis XV junto a un seco y austero reloj decimal de la Revolución con su esfera dividida en cinco partes en lugar de las doce convencionales. Los altos y oscuros muebles de los diseños ingleses de péndulo y de pesas custodian el salón como adustos guardianes y en las paredes ya casi no queda un espacio libre entre los clásicos vieneses y la gracia de los cucú de la Selva Negra. Completa esa escena surrealista el cadáver de don Cronos Témpore, el hombre que ha reunido esas joyas de la artesanía y la técnica a través de los años ;se halla inmóvil como un reloj sin cuerda. Está sentado a su viejo escritorio, apoyado en el como si el sueño lo hubiera vencido. Por todos los rincones de la habitación se difunde el extraño sonido que producen tantos tictacs juntos. Por momentos, al policía se le figura que un centenar de viejecitas estuviera tejiendo bufandas y rozaran sus agujas.

-En vez de estar cuchicheando entre ustedes, podrían decirme qué pasó anoche en esta pieza! -exclama dirigiéndose a los relojes el inspector Sábato que, después de tanto tiempo de servicio en la Sección Homicidios, está un poco estresado.

-¿Me hablaba, señor? -dice el sargento al regresar de la cocina.

-No, sargento, me puse un poco nervioso pensando en que tenemos tantos testigos aquí que tan bien podrían orientarnos en la investigación; pero, igual descubriremos lo que pasó; claro que si pudieran declarar... Si al menos hablaran!-les grita a los relojes el inspector Sábato.

El primero que parece contestar al policía es un reloj cucú, y una fracción de segundo después el ámbito de la sala se llena de campanadas , carrillones, batintines y toda clase de sonería que anuncia las doce del mediodía.

-No se altere, señor, aguante un tiempo -sentencia el sargento- La mucama ya esta mejor...

En ese momento ingresan el médico forense y los técnicos de la División, que sin demora comienzan su trabajo. E1 inspector Sábato se dirije a la cocina y entabla una conversación campechana con la criada.

-¿Decime, m'ijita, hace mucho tiempo que trabajás acá? - pregunta.

-Varios años, inspector, aunque el señor Cronos me seguía pagando por horas -contesta la joven entre sollozo y sollozo- y para colmo, además del tiempo que me llevan los trabajos de la casa, tengo que limpiarles el polvo y darle cuerda a todos los relojes. Le digo la verdad, señor, el viejo Cronos es bastante miserable. Con decirle que me hace quedar levantada todos los viernes hasta pasadas las doce, para que recoja los vasos sucios de bebida y los ceniceros repletos que dejan después de las reuniones de los viernes él y sus amigos; .tres viejos coleccionistas medio chiflados y bastante atrevidos; con decirle que una noche, cuando me retiraba después de traerles bebidas y algo para picar, uno de ellos dijo: "¡Que lindo movimiento de ancas tiene esa maquinita, Cronos! Yo ni me dí vuelta ante esa grosería, inspector,¿Quién se creen que soy?

-Debe haber dicho "áncora", m'ijita, "áncora"...

-¿Y eso que es?

-Una pieza oscilante de relojería , la bastonera del tictac. Y decime, ¿quiénes son los coleccionistas de relojes de cuerda que no parecen estar muy cuerdos, que se juntan acá los viernes, como los chicos, para cambiar figuritas?

-E1 que mas discute o...mejor dicho, discutía con don Cronos, es Ledesma... -la mucama vacila y rompe a llorar al darse cuenta del tiempo correcto de1 verbo discutir que debe utilizar, y el inspector la conforma con unas palmaditas en las espalda.

-Ta'bien m'ijita,seguí, no más -dice paternalmente.

-Don Victoriano Ledesma siempre fanfarroneaba por alguna pieza nueva que había conseguido y venía a refregárselo en la cara a don Cronos. Discutían constantemente porque don Victoriano le quería comprar un reloj Ruckauf.

-Roskoff, m'ijita, Roskoff. Es una vieja y prestigiosa marca de relojes -aclara Sábato.

-Bueno, el asunto es que el viejo Cronos tenía dos ejemplares del Ruckauf ése y no quería venderle uno o canjeárselo a don Ledesma. Por eso se habían enemistado.

-¿Y quiénes más asistían a las reuniones?, porque dijiste que eran tres los que venían los viernes.

-Si, inspector, los otros dos son Luis Valenzuela, el relojero del barrio y don Laureano Vázquez, un matricero de precisión. A los dos don Cronos les debía plata y entre los cuatro se armaban grandes discusiones; por eso para mí, la noche de los viernes era una tortura. Pero, anoche me rebelé y no bajé de mi habitación de servicio para limpiar; me dormí profundamente, de cansada que estaba. Esta mañana, cuando entré a la sala lo encontré todo como usted lo vio al llegar.

-¿Seguro que no tocaste nada, m'ijita, antes de llamar a la policía? Decime la verdad porque es muy importante.

-¡Se lo juro, inspector! Además, con los nervios que tenía me temblaban las manos terriblemente, tanto que para poder marcar el número tardé como diez minutos, que me parecieron eternos!

-Te estas acercando a la Teoría de la Relatividad de Einstein, m'ijita..

-¿Y ése, quién es, otro coleccionista de relojes?

-Yo diría que es algo más que eso, aunque también tiene mucho que ver con el tiempo, pero...

E1 médico forense que entra a la cocina interrumpe la irónica frase del inspector Sábato.

-No tengo mucho tiempo, Sábato. Al viejo Cronos ya se lo están llevando a la morgue, para hacer la autopsia, pero le digo que tiene una herida en la región occipital; no obstante, parece que no fue instantánea la cosa, puede haber agonizado una o dos horas. En un rincón hallamos una copia en escala del Calendario Azteca con sangre y cabellos pegados, casi seguro que son del viejo, aunque el análisis dirá la última palabra, pero no hay dudas de que fue el objeto que usaron como arma para liquidarlo; la macana es que al ser de piedra reconstituida, con gruesos granos y relieves ,resulta imposible obtener alguna huella digital clara y completa. Además, hallamos algo muy curioso: el viejo sostenía en sus manos dos relojes del tiempo de Maricastaña, un viejo "Longines" de bolsillo y un cronometro "Vacherón"~

-Con eso no me ayuda mucho, doctor...

-Espere, Sábato, tiempo al tiempo... Usted sabe que a mi no se me escapa un detalle, por pequeño que sea; pues bien, noté algunas cositas singulares o raras, como a usted le guste, y ya que siempre me achaca falta de precisión en mis informes, le diré que ninguno de los dos relojes que Cronos Témpore

sostenía en sus manos estaba en condiciones de funcionar. No obstante, el Longines que apretaba en la mano izquierda marca la una y cincuenta minutos y el Vacheron, en su mano derecha, indica las tres. Yo creo que el viejo quiso dejarnos una pista, porque en el lapso que marcan los dos relojes pudo estar herido de muerte, pero con los sentidos aún activos para marcar esas horas...

-Todo a su tiempo, tordo, y no se meta en mi trabajo, que yo no acostumbro a despanzurrar a sus muertitos.

-¡No se enoje, querido inspector, que ya es hora de comer y si actuamos a un tiempo, todo ira mejor! Más tarde le mandare mi informe a su oficina.

-Al marcharse el médico forense, Sábato queda unos minutos pensativo, como si rumiara sus ideas. Al cabo, le dice al sargento:

-Pídale los datos a la chica, Domínguez, dígale que está en libertad, pero que la podemos llamar para tomarle declaración, que no se aleje de la ciudad,por ahora.

Mientras almuerzan, Sábato permanece con el ceño fruncido y no disfruta con los tallarines al champignon, su plato preferido. Están en la casa del inspector y esa comida es su especialidad culinaria.

-Prepare un tecito de boldo -dice Sábato, que ahora ya se pasea a lo largo y a lo ancho del comedor.

- ¿Sabe una cosa, Domínguez? -continúa- me parece que en esa hora y diez minutos que van desde las dos menos diez hasta las tres está la respuesta a este embrollo. Ahora, despues de que tomemos el tecito, vamos a ir a visitar a los amigos de don Cronos. Todos son viejos honorables, sin embargo, están muy comprometidos; pero, ¿quién fue?

Las visitas a los amigos de don Cronos Témpore, los últimos que lo vieron con vida, no arrojaron resultados inmediatos. Todos se habían retirado antes de las dos de la madrugada y según ellos, el inminente finado aun estaba vivito y coleando.

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